Durante este verano ambos fueron muy felices, follaban a diario saliendo todas las noches por las discotecas de la Isla Blanca. Como mi madre es una cerda muy conocida le dejaban entrar en todos los sitios gratis y todos querían bailar con ella. Fue un año maravilloso para ambos.
Un buen día mi padre se pasó por la granja para recogerla como todos los días pero ese día ella no salió recibirle. El granjero apareció de pronto y le entregó a mi papá una ristra de chorizos mientras me decía en alto «eh aquí tu amada». Había llegado la época de la matanza y lo que hace unos días era una bella cerda se había convertido en un manjar suculento. Así mientras se comía los chorizos uno a uno mi padre lloraba desconsolado, se había quedado sin el amor de su vida aunque con el estómago lleno veía las cosas de una manera más positiva.
Al día siguiente se encontró un paquete en la puerta del hotel donde se podía leer en un papel impreso «éste es tu hijo». Y allí estaba yo, un precioso guarro de un kilo de peso. A mi madre le había dado tiempo de dar a luz antes de morir.
Y ésta es mi historia, ahora ya me conoces un poco más. Pronto contaré más cosas sobre mi provechosa vida.